jueves, 2 de julio de 2015

Soñando un sueño.


El tiempo sigue corriendo, las horas no se detienen, las estaciones se desvanecen una tras otra ante sus ojos. Mantiene su vista fija en el cristal de la ventana, mirando a la gente que pasea tranquilamente por la calle en un intento vano de abstraerse de su realidad. Pero le es imposible. Los recuerdos inundan su mente sin descanso, desolando hasta los lugares más recónditos de su alma. Cerrando los ojos se pierde en su más anhelada realidad, en la visión de ensueño de su vida, dándose cuenta inconscientemente de que tan solo es una quimera.  Una fantasía en la cuál su soledad desaparece, la pasión por descubrir el mundo resurge y su existencia recobra su significado. Ahora, mantiene una rutina constante camuflándose con el mundo. Sus palabras, sus emociones, sus acciones, vacías.  No tiene conciencia de que el tiempo pasa a su alrededor mientras evoca en su mente recuerdos inexistentes. Imagina con una claridad sorprendente como sería su irrupción en su vida, permitiéndose experimentar una satisfacción momentánea.  Sueña con el tacto de sus dedos recorriendo su clavícula y se estremece al sentir como se le eriza la piel. Sin embargo, una vez más, acaba tropezándose con la barrera de la realidad.  En ese momento se pregunta si él sabrá como se siente; si conocerá que, sin él, su vida, aunque llena de emociones y vacía de tristezas, está carente de significado. Entonces, se da cuenta de que no quiere conocer la respuesta y se adentra de nuevo en el mundo imprevisible de los sueños. Porque así pasa su vida sin él, soñando despierta con imposibles.



Mdlqvs.

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