sábado, 19 de diciembre de 2015

Hoy.

Hoy, escribo esta carta para desahogarme, para sacar todo lo que tengo dentro de mí que no me atrevo a decir en voz alta. Porque no tengo el coraje suficiente para expresar lo que siento, lo que me angustia. ¿Cómo podría cambiar mi vida sin atreverme a dar el primer paso? Una vida vacía de tristezas y llena de emociones, pero carente de significado. No sé hacia donde me  dirijo, voy dando tumbos, pretendo que todo está bien cuando ni yo misma lo sé. ¿Qué es lo que falla? Todo lo que me llena es momentáneo, parece que no soy capaz de encontrar nada que me satisfaga a largo plazo. ¿Qué es lo que está mal en mí? Algún engranaje en mi interior no gira correctamente. Se bloquean el paso sin descanso hasta que, sin remedio, uno se deja llevar y decide entregarse a la completa locura. Y entonces, durante un periodo de tiempo indefinido pero finito, se deja arrastrar por el desasosiego y deja de luchar contra la corriente. Se da por vencido y empieza a girar como si no hubiera mañana. Sin embargo, justo cuando empieza a acostumbrarse a ver el mundo a través de los breves atisbos, la espiral de imágenes, sentimientos, sensaciones y recuerdos que se habían envuelto en torno a él, se detiene. Y entonces, tiene que acostumbrarse de nuevo a apreciar la vida desde otra perspectiva. Es como pasar una eternidad en la oscuridad, sin un rayo de luz, sin un rayo de esperanza que alumbre el vacío. Pero, después de años añorando la libertad, ansiando deshacerse de las cadenas que impedían la huida, cuando la puerta hacia un nuevo camino se abre ante frente a ti no importa cuanto hayas soñado con ese instante, no podrás verlo de inmediato. La luz cegará tus ojos haciéndote perder el rumbo de nuevo, obligándote a hacer un último esfuerzo con las escasas energías que te quedan para adaptar tus ojos a esa hermosa claridad.  

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