Hoy, escribo esta carta
para desahogarme, para sacar todo lo que tengo dentro de mí que no me atrevo a
decir en voz alta. Porque no tengo el coraje suficiente para expresar lo que
siento, lo que me angustia. ¿Cómo podría cambiar mi vida sin atreverme a dar el
primer paso? Una vida vacía de tristezas y llena de emociones, pero carente de
significado. No sé hacia donde me
dirijo, voy dando tumbos, pretendo que todo está bien cuando ni yo misma
lo sé. ¿Qué es lo que falla? Todo lo que me llena es momentáneo, parece que no
soy capaz de encontrar nada que me satisfaga a largo plazo. ¿Qué es lo que está
mal en mí? Algún engranaje en mi interior no gira correctamente. Se bloquean el
paso sin descanso hasta que, sin remedio, uno se deja llevar y decide
entregarse a la completa locura. Y entonces, durante un periodo de tiempo
indefinido pero finito, se deja arrastrar por el desasosiego y deja de luchar
contra la corriente. Se da por vencido y empieza a girar como si no hubiera
mañana. Sin embargo, justo cuando empieza a acostumbrarse a ver el mundo a
través de los breves atisbos, la espiral de imágenes, sentimientos, sensaciones
y recuerdos que se habían envuelto en torno a él, se detiene. Y entonces, tiene
que acostumbrarse de nuevo a apreciar la vida desde otra perspectiva. Es como
pasar una eternidad en la oscuridad, sin un rayo de luz, sin un rayo de
esperanza que alumbre el vacío. Pero, después de años añorando la libertad,
ansiando deshacerse de las cadenas que impedían la huida, cuando la puerta
hacia un nuevo camino se abre ante frente a ti no importa cuanto hayas soñado
con ese instante, no podrás verlo de inmediato. La luz cegará tus ojos
haciéndote perder el rumbo de nuevo, obligándote a hacer un último esfuerzo con
las escasas energías que te quedan para adaptar tus ojos a esa hermosa
claridad.
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